Los
castrati —en singular, «castrato»— eran hombres capaces de cantar con una
tonalidad de voz muy aguda. Tanta, que causaron furor durante el Barroco, época
en la que llegaron a convertirse en el equivalente a las actuales estrellas
musicales. La historia que se esconde tras estos hombres con voz de mujer es
mucho más triste y oscura.
A diferencia de lo que ocurre con los contratenores actuales, que
consiguen su tono de voz de forma natural, ejercitando sólo una parte de sus
cuerdas vocales, los castrati, alcanzaban su tesitura mediante una intervención
quirúrgica.
Como el propio nombre de estos cantantes indica,
esa operación consistía en la amputación de los testículos, con el fin de que
no pudiesen producir hormonas sexuales masculinas, responsables de la muda
vocal que se opera en la
adolescencia. Por ello, la intervención solía realizarse
entre los 8 y los 12 años de edad.
Hay que
señalar que en sentido estricto, no era una castración de todo el aparato
genital. Así, había quienes aseguraban que aquellos castrati que conseguían
desarrollar un pene adulto —generalmente por haber sido sometidos a la
intervención después de los diez años— eran los mejores amantes del mundo.
El resultado de esa poco ética intervención quirúrgica era una
espectacular voz que mezclaba el colorido tímbrico masculino y femenino. Poseía
la potencia propia de un hombre y, a la vez, tenía una gran ligereza y
capacidad para hacer agudos portentosos como una mujer. Esta voz híbrida era
considerada celestial por el público de la época, entre el que causaba furor.
La castración de seres
humanos nunca estuvo formalmente permitida, pero se toleraba y generalmente era
enmascarada con supuestos accidentes o enfermedades que la justificaban. Con
el fin del Barroco y la incorporación de las mujeres a la escena musical, las
voces de los castrati desaparecieron de los escenarios, aunque siguieron vivos
en los coros eclesiásticos hasta bien entrado el siglo XIX. Alesandro Moreschi, el último castrato
conocido falleció en 1922.
En
la actualidad, su papel es asumido por los contratenores, que logran agudizar
su voz con una técnica depurada, en lugar de recurrir a prácticas aberrantes.
Diario ABC
31/01/2013